Las enfermedades autoinmunes se producen cuando el sistema inmunológico no es capaz de diferenciar lo extraño de lo propio. Entonces, además de cumplir su función, que consiste en atacar lo extraño, se “confunde” y ataca sus propias células y tejidos.
Las enfermedades autoinmunes pueden ser sistémicas, es decir, producen síntomas generalizados como el lupus eritematoso sistémico, la artritis reumatoide, la polimiositis, la dermatomiositis, el síndrome de Sjögren; o pueden ser órgano-específicas, es decir, atacan un órgano específico como la tiroiditis autoinmune en que el órgano afectado es la tiroides, la miastenia gravis en que se afecta la unión neuromuscular, el pénfigo vulgar en que se afecta la piel, la diabetes tipo 1 en que se afecta el páncreas.
No está claro cuál es la causa de estas enfermedades, pero sí se ha asociado a predisposición genética y se han postulado algunos factores ambientales que podrían contribuir en su desarrollo como la luz ultravioleta, el estrés infeccioso o emocional, el tabaquismo. Las enfermedades autoinmunes pueden tener distintos síntomas como fiebre prolongada, inflamación de las articulaciones, caída del pelo, malestar general, entre muchos otros.
Si se sospecha de una enfermedad autoinmune se pueden solicitar exámenes de laboratorio general y del laboratorio de inmunología que ayudan al diagnóstico. No existe un tratamiento definitivo para las enfermedades autoinmunes, pero sí existen opciones de tratamiento dependiendo del tipo y estado en que se encuentre la enfermedad.
El tratamiento consiste en reemplazar la función del órgano afectado, como p. ej. hormona tiroidea en el caso de la tiroiditis o insulina para la diabetes tipo 1. Se pueden ocupar también antiinflamatorios no esteroidales, corticoides, inmunosupresores, anticuerpos monoclonales y gammaglobulina de reemplazo.
María Victoria Landaeta, inmunóloga clínica. Enero del 2017