Inmunoglobulinas endovenosas en inmunodeficiencias
En el siguiente texto expondremos de manera fácil y didáctica información básica sobre las inmunoglobulinas, hablaremos de su historia, qué son, para qué y cómo se usan en pacientes que tienen defectos inmunológicos. Inmunoglobulinas es el nombre técnico para referirnos a los anticuerpos. Existen diferentes tipos de inmunoglobulinas y cada uno de ellos tiene una función específica en la protección contra bacterias, virus y parásitos, y también tienen un rol en las enfermedades alérgicas. Hay 4 tipos de inmunoglobulinas que pueden ser detectadas en la sangre: IgG, IgA, IgM e IgE, y es la inmunoglobulina tipo G (IgG) la que se administra para compensar la falta o disminución de anticuerpos que se produce en algunas enfermedades inmunes.
Su uso se describe en medicina por primera vez en 1890, cuando los doctores Emil Adolf von Behring y Shibasaburō Kitasato comprobaron que los sueros de conejos vacunados contra el tétano eran protectores en conejos que nunca habían tenido contacto con esa enfermedad. Este descubrimiento le significó al Dr. Behring el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1901. En 1907, el Dr. Cenci en Italia empezó a utilizar esta misma técnica para la prevención del sarampión con sueros de seres humanos. Todos estos usos dejaron de ser necesarios con la introducción de las vacunas.
En el año 1952 las inmunoglobulinas se comenzaron a utilizar nuevamente en el tratamiento de enfermedades inmunológicas con déficit de anticuerpos, las que empezaron a ser descritas y diagnosticadas cuando el Dr. Ogden Bruton estudió el caso de un niño con infecciones frecuentes y graves, en cuyo suero se veía ausencia de la parte que contiene los anticuerpos. En este niño, se describió una muy buena respuesta a la administración de inmunoglobulinas.
En 1979 se formó un grupo de trabajo para evaluar las propiedades, preparación, formas de uso y efectos adversos de las inmunoglobulinas en los pacientes con déficit en la producción de anticuerpos. A medida que se iban conociendo las propiedades de las inmunoglobulinas, se comenzaron a estudiar otros usos como sus efectos antinflamatorios en enfermedades autoinmunes. Actualmente la lista de indicaciones va creciendo día a día, y se ha mantenido su uso para ciertas enfermedades infecciosas como hepatitis B, tétanos, varicela, etc.
Los anticuerpos ayudan a las células del sistema inmune a defenderse de forma eficiente de las diferentes bacterias y virus. Este efecto se consigue a través de las siguientes funciones, entre otras: neutralizar microorganismos, toxinas y otras moléculas; permitir que los microorganismos sean más fácilmente reconocidos y digeridos por las células del sistema inmune al unirse a la superficie de estos, y activar otros mecanismos responsables del reconocimiento y digestión de los microbios.
En las inmunodeficiencias, la administración de inmunoglobulinas busca proveer y mantener dosis adecuadas de los anticuerpos de tipo IgG entre las administraciones, por sobre los 500 mg/dl, para así prevenir y tratar las infecciones bacterianas y virales. Existen tres formas de administración: la intramuscular, la subcutánea y la endovenosa. Dado que las vías endovenosa y subcutánea son las más utilizadas en la actualidad y presentan una mayor eficacia y menores complicaciones, vamos a referirnos a estas dos.
La primera es la vía endovenosa, más utilizada en el país, ya que es la más barata y con mayor disponibilidad a nivel nacional. Consiste en la administración mensual de las inmunoglobulinas por una vena, lo que requiere la hospitalización (generalmente de un día para otro) y control de los signos vitales de los pacientes mientras se realiza el procedimiento.
La segunda es la vía subcutánea, la más cómoda para los pacientes, ya que la inmunoglobulina es autoinyectada bajo la piel en su propia casa todas las semanas. Su administración ocurre gradualmente durante la noche por medio de una bomba de infusión, lo que le permite al paciente mayor autonomía. Además, presenta menos efectos adversos sistémicos, pero necesita que los pacientes sean capaces de efectuar el procedimiento sin complicaciones en su hogar.
Hay una nueva forma de infusión, no disponible en Chile, que permitiría espaciar más el tiempo entre las infusiones. Los efectos adversos vistos durante la administración por ambas vías pueden deberse tanto a efectos de la administración como a enfermedades previas de los pacientes: déficit de IgA, daño renal, insuficiencia cardíaca, etc.
En los pacientes que presentan déficit de IgA se puede producir una reacción alérgica grave y aguda, caracterizada por ronchas en la piel, dificultad respiratoria y baja de presión. También se puede observar una falla renal secundaria a la administración, compromiso neurológico como mareos, confusión, convulsiones y meningitis aséptica, fiebre, debilidad, falta de aire, hipotensión o hipertensión arterial y eventos trombóticos, entre otros.
Dra. María Loreto Burnier, inmunóloga clínica. Diciembre 2016